martes, 12 de octubre de 2010

Caramelos Celestiales

Cetrino elixir que los cristales empañas sin rocíos de madrugada
Desenfoca retinas enrojecidas y enaltece amalgamas del alma
Sobre cartílagos estacionas la acidez que resquebrajan las barajas
Conciertas danzas gitanas, con trucos mágicos las risas enjaulas
Seduces con tus alas bronces hasta a las purezas más blancas
Deslizándote a través de las oberturas, ascendiendo hasta la llaga
La llaga hirviente, llena de pus que ningún analgésico resguarda.

Riachuelo que reflota sobre la atmósfera de indefinidas siluetas
Sí, podría seguir tus risas oblicuas pero no tus ascensiones rectas
Entre las colinas angulosas que desprenden ordinarias esencias
Duna inclinada que se curva próxima a los pliegues de la caverna
Ondula mis mil hojas a través de las gotas que transpira la arena
Sobre el tercer y cuarto ojo rosado humedece las cúpulas repletas
Descomprime los copos ya no más sólidos de ésta azúcar en fiesta.
        
Tras los vapores de telones destechados de talcos y subsuelos
Tras las melodías escurridizas de las seducciones de fino revuelo
Descalzos desencontramos relajados cuerpos e indómitos mareos
Enfundados en balanceantes sueños sobre góndolas de cieno
Desde aquí los ángeles cantan sonetos a los surrealistas sexos
Desde aquí me deleito sin morales, conciencias ni breves rezos
Maravilloso mundo de amores reinventados, antiguos y nuevos.

Müller

Introducción

 Alguna vez conocí a alguien que decía siempre que para escribir poesía hay algo que no tenemos que entender. El pensaba que la poesía se trataba, justamente, de perder el centro, hacer la embriaguez de la conjunción de imágenes poéticas, del sonido, del ritmo. Hace años que no lo veo. Pero siempre volví sobre esto que si bien no era, creo, más que una excusa para su obra, sí un planteo no menos que razonable. El vivía en uno de los primeros pisos de un edificio cerca de Plaza Pueyrredón. Allí la poesía abunda. Una vez me prestó un libro: Synesthesia: A Union of the Senses. Nunca lo leí, fuera por falta de tiempo, o por pura pereza. Pero desde el título, ya, hay algo que nos es sugerido y que tal vez nunca se hiciera explicito en palabras de mi amigo. Figurarse el sonido de un auto que pasa, atribuirle un ritmo a las estatuas que nos observan, al concreto, dar forma al paso de un peatón, una re-configuración permanente, en cada uno de los momentos de la comunicación (o aún, de la comunicación imposible). Tal vez fuera la poesía la forma más completa de la gesamtkunstwerk (obra de arte total) acuñada por Wagner: agrega, necesariamente, el sentido de una experiencia, de la experiencia poética. El distanciamiento entre la imagen poética (o el poema en su integridad) y el lector aparece marcado por el enigma planteado por el escritor (aquello que "no tenemos que entender"), pero se anula en la búsqueda imposible de un sentido. El enigma es doble: uno, el planteado por el autor (el autor le pregunta al poema), el otro, el de la forma: ¿es la imagen la que representa al sonido o es al revés? ¿uno es el mero reflejo del otro o reflejo son ambos? La multiplicación es (va a ser) infinita [...]


Julián L. Moreno